Siempre me he sentido atraído por la música de otras épocas.
De niño, me gustaba repasar los vinilos de mis padres y poner algún disco lleno de polvo de la pila de los que no había oído nunca.
Cuando era un adolescente me di cuenta de que su colección de discos antiguos tenía un punto en el se cortaba. En algún momento, a sus veintimuchos, aparentemente habían dejado de comprar lo que yo consideraba discos “todavía importantes”.
Las compras de vinilo a partir de ese punto eran… sospechosas (a ojos de un adolescente sabelotodo)
Entonces si yo ponía algo ruidoso de los 70 o los 80 a todo volumen en mi habitación, mi madre me pedía que bajara el volumen. “Pero mamá…”, me quejaba, “¡esta tendría que ser TU música!, ¿cómo es que no conoces a ________ (cualquier banda que yo pensaba que sonaba en todos lados cuando mis padres tenían 20 o 30)?”
“Te tuvimos a ti”, me decía.
Me parecía algo imperdonable. No existen excusas para escuchar música aburrida!!
Ahora, unos años después de convertirme en padre, LO HE ENTENDIDO. Se fueron las horas interminables de investigación musical. La cosas más fáciles (quizá incluso la cosa más natural) sería dejar asentar tus gustos musicales y simplemente escuchar perezosamente la misma vieja música el resto de tu vida.
Pero este inmovilismo no es una experiencia exclusiva de la paternidad (aunque parece ocurrir unos pocos años antes, de media, en los padres).
De acuerdo con el artículo de Ajay Kalia “Music was better back then: When do we stop keeping up with popular music?” (“La música era mejor antes: ¿cuándo dejamos de estar al día de la música pop?), el oyente medio pasa por una “congelación de sus gustos” a mediados de los 30 años. Tomando datos de Spotify y Echo Nest, Ajay da una mirada a cómo los hábitos de escucha cambian con la edad, qué factores influyen o precipitan esos cambios, y cómo esta “maduración” del gusto se acelera con la paternidad.
Es una lectura realmente fascinante y proporciona algunas evidencias convincentes a su favor. Dicho esto, tengo algunos pequeños problemas con el artículo.
Primero, su referencia como música relevante es la música mainstream, cuya popularidad viene marcada por el mercado joven, y parece sugerir que cuanta menos música mainstream escuches, menos “cool” eres, al menos a la hora de aparecer en un gráfico. En mi opinión, “cool” y “relevante” son conceptos usualmente dictados por las personas de veintitantos años cuyos gustos han madurado más allá de la música mainstream/adolescente, pero todavía no han alcanzado ese punto de “congelación del gusto”. ¿Soy el único de esta opinión?
Además, si “cool” viene determinado por cuánta música FM/mainstream pop escuchas, bueno, ¡la paternidad ha hecho maravillas por mí en ese sentido! Dado que muchas veces es más fácil simplemente poner en marcha la radio del coche (en vez de buscar y enchufar mi teléfono en la entrada auxiliar y encontrar una buena playlist en Spotify –buf, qué pereza), estoy más en sintonía con la música mainstream (top 40) de hoy de lo que lo he estado desde los 18 años. Pero no me siento más “cool”. Me siento más perezoso.
Por último, el artículo no tiene mucho en cuenta el hecho de que este abandono del mainstream puede deberse a una “maduración” progresiva hacia géneros y artistas más específicos, no a una capitulación. Que dejes de escuchar a Taylor Swift no significa que dejes de escuchar música nueva. De hecho, cuando piensas en lo cerradas y limitadas que son las listas de éxitos de la radio mainstream, podrías llegar a la conclusión de que son los ADOLESCENTES los que tienen el gusto congelado, lo que normalmente cambia cuando entran en la veintena y empiezan a definir sus gustos por sí mismos. Conozco alguna gente de 40, 50, 60 y 70 que escuchan toneladas de nueva música. Están explorando, no simplemente tragándose la bazofia de la música pop del momento.
En cualquier caso, estos son mis anecdóticos contra-argumentos. Estoy con el autor en que, en muchos casos, los datos hablan por sí mismos. Mucha gente probablemente llega a una edad en que abandona la búsqueda activa de nueva música. Solo quería remarcar algunos puntos en defensa de los aficionados que siguen en la lucha en sus años dorados (y con dorados no quiero decir viejos!).
¿Qué piensas? ¿Has experimentado una “congelación de tu gusto”? ¿Eres crítico con los que lo han hecho? Cuéntamelo en la sección de comentarios